
RUFER
HOUSE

La casa se presenta como un prisma puro de cuatro plantas, respuesta a las máscaras de la Viena- Potemkin, la de los “pobres hombres ricos”. En contraste a la suntuosidad espacial y material de sus interiores, Loos opone cuatro fachadas estucadas blancas, sobre las cuales la distribución y tamaño de las ventanas es desconcertantemente empírico.
Sólo dos elementos parecen reducir esa radicalidad: la cornisa de remate y una copia de un fragmento del friso del Partenón, recordando el revival griego que concluye con el ChicagoTribune.
La fachada más activa plásticamente es la que da al sur y a la que se asoma el porche de la sala de música, las ventanas del comedor y de las habitaciones principales.
Allí se produce una tensa compensación entre la masa cúbica que se proyecta hacia delante y la que se excava en la fachada, anticipando efectos similares en las futuras Casa Tzara (1926) o Moller(1928).

